ESCAPADA AL ALTO GÀLLEGO, la energía de la Naturaleza: donde no hay mal de pegar.

No existe la enfermedad, sólo existen las personas.

Dicho Chamán, Alberto Villoldo

 

Cuando ves una imagen y te impacta , ésta se repite en tu mente, una y otra vez ; algo te empuja hacia ella y hasta que no la ves con tus propios ojos no puedes parar.

Esto nos sucedió con la imagen del Monasterio de San Juan de la Peña y la historia del Santo Grial que leímos en un periódico. Así que , manos a la obra, a descubrir ese enclave que parecía mágico.

 

Cuatro días han sido como una escapada de veinte,  eso suele suceder cuando visitas puntos con una energía especial, mágica, nos atreveríamos a decir. Y cuando la magia conduce nuestras vidas abre todos los caminos y te presenta seres maravillosos. Eso nos sucedió con Teresa y Vicente de La Borda los Pastores , donde nos alojamos esas tres noches. Nos hablaron del entorno, de la vida en la altra montaña, de sus ovejas, de sus hijos, y de los sitios que debíamos visitar. El paisaje desde la Pardinya era mágico y al fondo el gran roble que todo lo presidía y lo protegía.

Antes pasamos por Huesca , visitamos su Catedral y su Museo, paseamos por sus bonitas calles y visitamos un comercio muy especial La Confianza,

una tienda de ultramarinos que conserva toda su historia, compramos Trenza de Aragón y chocolates…una tentación y una delicia por el buen hacer de su dueña, tan amable y entregada.

También  esa misma tarde pasamos por Jaca, vimos  la Catedral, sus callecitas llenas de gente, las bonitas tiendas y tascas…una placer para los sentidos.

Amaneció un nuevo día , y había llegado el momento de subir a San Juan de la Peña. La carretera de subida era el espejo del Paraíso, la luz muy especial y la energía de paz , auténtica. Podías sentir la fuerza del Universo, la unión con Dios.  La mera visión del enclave nos emocionó; y aunque era domingo pudimos visitar el claustro, recorrer las salas, tocar el agua , solos, sin más gente que nosotros mismos, las piedras, las rocas, la vegetación y el día que estaba despertando.  Aquí tenéis un enlace con la historia del lugar; pero nada es comparable con  la energía  que se siente, con el silencio y el misticismo de sus piedras y sus tres altares que guardan en su conjunto la esencia de la Divina Presencia.

                                                                                                   

Subimos a pie al nuevo Monasterio, una subida de apenas  1 Km por un bosque, y al llegar a la cima , prados verdes, y el gran Monasterio con su Museo absolutamente espectacular.

                       

También un Hotel pero que nos explicaron que estaba cerrado por mala gestión…una lástima porque el entorno era absolutamente paradisíaco, era sentirse con Dios (una sensación que se iba agrandando, repitiendo)

De bajada en Santa Cruz de la Serós, visitamos la Iglesia, allí también se alojó el Santo Grial. El pueblo muy pintoresco como de postal y comimos migas de pastor, y platos típicos de la zona…una gozada absoluta, el sol brillaba .

Esa tarde al llegar a la Borda los Pastores, recorrimos la finca y visitamos el roble mágico que presidia los anchos pastos, el sol era el de la tarde, antes de su puesta y la amplitud del lugar envolvió nuestras almas.

El roble emanaba una energía sanadora ancestral, más de 194 años, y si véis las fotos Ignasi pudo sentir la energía de sus “visitantes” , incluso comunicarse … meditar al lado del roble era un chute de energía  y a veces se levantaba un suave viento que mecía sus ramas y nuestras almas. No olvidaremos ese campo y ese roble.

                                                                                            

Teresa y Vicente nos hablaron de una Ermita en honor a San Benito, un lugar muy especial, al que los lugareños y visitantes acuden para sanar sus almas, sentirse en paz y notar la energía. La Ermita está en Orante, un pueblecito de apenas dos casas donde viven Antonio y Maribel, los fieles guardianes del lugar – es su misión de vida-  Como podéis comprender tuvimos muchísima curiosidad y allí fuimos. Antonio parecía que nos estaba esperando, y con su gran amabilidad nos acompañó arriba, caminando por la empinada cuesta notábamos una atracción , una fuerza que nos tiraba, fue sorprendente. Antonio nos explicó la historia del enclave y todos los fenómenos que allí pasaban…la Ermita está en medio de cuatro Iglesias , como si estuviera en el centro de una Cruz, está ubicada de forma diferente al resto de Ermitas, y posee una ventana por la que la luz de la puesta de sol de los solsticios forma una línea absolutamente recta. En Invierno por mucha nieve que caiga , hay un semi circulo que siempre queda seco, impoluto, sin nada, y en un lado de la Ermita no se oye absolutamente ningún ruido, es como estar en el vacío, o debajo de un faro, el silencio te envuelve. Las medidas de la Ermita de fuera, exteriores, no cuadran con las de dentro, es como si el envoltorio nos engañara para descubrir un interior mucho más grande…nos contó Antonio que algunos  arquitectos  habían ido y no lograban entender cómo puede suceder este fenómeno.

Antonio permite al visitante entrar y estar sólo unos minutos en el interior de la Ermita, con suaves palabras te invita a quedarte contigo  mism@, y a gozar del silencio y la magia de la capilla. Cada uno lo vive de forma diferente, según su evolución y su momento de vida…pero Antonio no paraba de decirnos “eso es normal”…” no te preocupes, eso aquí pasa, es normal”.

Antonio tiene 76 años, aunque él nos dijo que tenía 13 (bromeaba todo el rato)…su mirada es limpia y sus manos te llenan de energía y amor, su voz es aterciopelada y amable; y nos contó que le había tocado ser el guardián y guía de la Ermita por todo lo que él vivió hacía más de 20 años.  Nos explicó sus experiencias, sus sensaciones y si la energía te superaba te daba un abrazo lleno de amor.  Nunca olvidaremos su tacto  de pura bondad y paciencia.

También subimos al Balneario de Panticosa, pero la energía, el ambiente – nos lo confirmó Antonio- era

” muy cargado”, y  allí no nos sentimos bien, por eso al llegar a Orante fue como un oasis y un remanso de paz.

Al día siguiente, nos despedimos del viejo roble y le dimos las gracias por acogernos, por mostrarnos sus secretos, por inspirarnos y abrazarnos,  pero no nos despedimos de esa bella zona de montañas y prados verdes porque sabemos que volveremos, y creo que Antonio también lo sabe. A él le dedicamos esta entrada.

 

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